“En la novela, el escritor gana por puntos. En el cuento, por knock out”, sentenció Hemingway. Esta tarde damos nuestro segundo taller, de escritura creativa, con Ángel Domingo. “El final… conmover hasta conmocionar, como aquel dinosaurio que aún seguía ahí. Provocar una digestión que nos haga volver al cuento, que nos inquiete el recuerdo…”, señala el tallerista de hoy.
Brevedad, narratividad, impacto, intención literaria… son rasgos esenciales para calificar un texto como micorrelato. Analizaremos sus cualidades guiados por maestros como Cortázar, Calvino, Monterroso, Imbert, Vallejo, Brecht… y ensayaremos el difícil reto de armar contrarreloj una historia cautivadora. “Si Cortázar y otros hablaban metafóricamente del microrrelato como una carrera con el tiempo, en este caso, será literal”, recuerda Domingo.
El secreto de este género literario “reside en la economía del relato: los acontecimientos, independientemente de su duración, se vuelven puntiformes, ligados por segmentos rectilíneos, en un dibujo en zigzag que corresponde a un movimiento sin pausar”, como apunta Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela).
Ángel Domingo inventa historias para entretenerse en los paseos porque es incapaz de atrapar los sueños. Se pierden entre las plumas de la almohada. Un guiño cursi, de vez en cuando, no hace (mucho) daño.
Desde la ventana de la agencia Pencil Ilustradores, donde finge trabajar mientras se sirve cafés constantemente, contempla un paisaje sembrado por la imaginación de los autores con los que colabora.
Compagina esta labor, de tanto en cuando, con la publicación de artículos en diferentes medios, la redacción de discursos y guiones, talleres creativos y de comunicación por algunos rincones del mundo, los garbeos con su perro BoB y la siesta.
Hasta el momento, la mayor parte de su obra está dirigida al público infantil. Sus libros han sido traducidos a brasileño, francés, inglés, catalán y japonés.